En una entrada anterior (Amor incondicional) daba una pincelada a los diferentes estilos educativos y cómo éstos influían en nuestro desarrollo emocional. En las últimas semanas, he leído diferentes artículos que hacen referencia a la educación sobreprotectora y advierten de los efectos negativos que genera. Me ha llamado la atención, especialmente, la polémica que han despertado los grupos de padres de whatsapp y cómo se utilizan los nuevos avances tecnológicos, como recurso para controlar e intercambiar información acerca de las tareas escolares que los hijos olvidan anotar. Las recomendaciones y advertencias por parte de los colegios respecto de este hecho no se han hecho esperar, desde los centros escolares se reclama un ejercicio de reflexión sobre los beneficios y perjuicios de estas actuaciones. Dejo el enlace al último artículo que he leído al respecto: Alertan del peligro de los grupos de whatsapp de padres en el desarrollo de los alumnos.
Estoy de acuerdo con ambas partes en que el problema no es de los niños, sino de la educación que reciben, en casa, en el colegio y de la sociedad en general. Una sociedad cada vez más tecnológica, con todas sus ventajas, pero también más alejada del contacto con la naturaleza y de sus beneficios, entre los cuales se encuentran: el desarrollo del juego espontáneo, la creatividad, la autonomía, la tolerancia a la frustración y el respeto, entre muchos otros. Una sociedad que bombardea, de forma sutil (o no tanto), con mensajes proteccionistas y que incluso penaliza a los miembros de la sociedad (independientemente de que sean padres o profesores) que no cumplen con este patrón que empieza a percibirse como generalizado.
Referencias a la actitud sobreprotectora por parte de los padres hay muchas, Furedi (2008) hablaba de la “Generación de los Padres Paranoicos” para referirse a la excesiva preocupación por la seguridad de los hijos, en un mundo que es más seguro que unos años atrás. Dejo entradas a varios artículos recientes, como el de Eva Millet, “Padres sobreprotectores, hijos sin autonomía” y una entrevista a la psicóloga Silvia Álava. En cambio, no hay tantas referencias del refuerzo que se realiza en los colegios de estas actitudes, sin entrar en los motivos, se me ocurren varios ejemplos:
- Cuando llueve, nieva o hace mucho frío o calor, es mejor que no haya recreo y que los niños no salgan al patio. Si se mojan o hace frío pueden enfermar. Cuando el patio está mojado pueden resbalar, caer y hacerse daño. Si hace sol pueden tener un golpe de calor. El caso de la nieve, reconozco que me entristece especialmente, sobretodo porque vivo en una ciudad donde nieva de forma excepcional y algunos de los niños con los que trabajo, me han contado como se les ha prohibido, expresamente, jugar en el patio un día tan excepcional.
- Los patios (también puede hacerse extensivo a muchos parques) son entornos desnaturalizados, deben ser lo más asépticos posible, si son de cemento mejor. La tierra ensucia, las plantas generan alergias y la visita de muchos insectos.
- Con cierta frecuencia, los deberes y/o trabajos propuestos tienen un nivel de complejidad que impide que puedan desarrollarlos con autonomía, si no los presentan adecuadamente, en muchas ocasiones se sugiere a los padres que les ayuden y se impliquen en las tareas de sus hijos.
- Algunos padres, los más arriesgados, que deciden plantarse y no sacarse la primaria o la educación secundaria obligatoria con sus hijos, acaban recibiendo un mensaje que puede denotar falta de implicación o interés en la formación de sus hijos.
- Si olvidan material o no enseñan las notas de comunicación de la agenda, a veces se percibe como una actitud negligente de los padres que deberían estar supervisando todo lo que realizan sus hijos.
- Si tose, le duele la barriga o está con unas décimas por encima de treinta y siete grados es mejor que se quede en casa o que vayan a recogerlo al colegio.
Ahora podríamos entrar en el debate de a quién corresponde educar en autonomía, responsabilidad, etc. Yo me pregunto si no sería más fácil dejar la culpabilización a un lado y asumir una responsabilidad conjunta. Quizá, un primer paso importante, sería reflexionar si los reproches bidireccionales entre familia-colegio, nos están ayudando a llegar al objetivo que pretendemos alcanzar y si les estamos ayudando de esta forma a adquirir el sentido de responsabilidad. Quizá sería más útil aprender a respetarnos, dejar de exigir al otro y empezar a valorar lo que cada uno hace. Estoy segura que sería un gran ejemplo, un gran modelaje. Es un tema suficientemente importante y sobre el cual deberíamos reflexionar, de forma conjunta, con mayor profundidad.
Con respecto al tema inicial y a los padres-agenda vía whatsapp coincido con el artículo de Noelia López-Cheda. También me gustaría hacer notar la contradicción de que se trabaje con ordenadores o tabletas en el aula y no se haya generalizado el uso de las agendas virtuales. Creo que aportaría una fácil solución a este problema. Dicho esto, comparto las recomendaciones en la línea de no asumir las obligaciones de los hijos, fomentar progresivamente su responsabilidad, así como la capacidad para resolver los problemas cotidianos. Permitir que se enfrenten a sus propias limitaciones, que puedan crecer a partir de ellas y que experimenten los errores como parte del proceso natural de aprendizaje.
El desarrollo de la autonomía, el sentirnos capaces de superar diferentes situaciones, así como el desarrollo de la responsabilidad y de un locus de control interno, es decir, de la percepción de que somos los agentes causales de nuestra propia vida, nos ayuda a construir una buena autoestima y a ser más felices.
“Cuando se sobreprotege a quien se ama, se le puede estar obligando a que construya sus propias prisiones.”
Referencias:
Furedi, F. (2008). Paranoid parenting: Why ignoring the experts may be best for your child.